Desde que el 23 de enero del 2018 anunció públicamente que le quitaba el poder a Nicolás Maduro, Juan Guaidó, de 35 años y presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, ha personificado las esperanzas de un cambio. Con el respaldo de Washington y más de otras 50 naciones —y la adoración de millones de venezolanos— logró que el país creyera en su lema: “Vamos bien”.
Pero el fracasado levantamiento de la semana pasada y varias manifestaciones violentas pero infructuosas, hacen que algunos se pregunten si Guaidó, la oposición en general, tienen lo que hace falta para sacar a Maduro del poder y poner fin a 20 años de gobierno unipartidista. De repente, a algunos le cuesta trabajo decir “vamos bien”.
Una encuesta de la firma caraqueña Meganalisis, cuyos resultados se publicaron el lunes, indica que el índice de aprobación de Guaidó ha bajado a 50 por ciento, de 84 por ciento que tenía en enero. Guaidó todavía es mucho más popular que Maduro —quien tiene un índice de aprobación del 4 por ciento—, pero la pronunciada baja es difícil de ignorar, dijo el vicepresidente de Meganalisis, Rubén Chirino Leañez.
“La oposición tiene que estar preocupada porque no han podido entregar soluciones al pueblo”, dijo Chirino Leañez. A raíz del fracasado levantamiento de la semana pasada, Guaidó exhortó a más manifestaciones callejeras y una huelga nacional, tácticas conocidas del pasado. “Es una locura pensar que van a seguir haciendo lo mismo y a esperar resultados diferentes”, agregó.
El 30 de abril fue un momento crucial para Guaidó. Esa mañana, rodeado de una docena de soldados armados, declaró que el país estaba en la fase final de la llamada Operación Libertad, un intento poco definido que muchos creían que iba a sacar a Maduro del poder. A su lado estaba su mentor político y una de las figuras más polarizadoras del país, Leopoldo López, a quien militares leales a Guaidó liberaron de su arresto domiciliario.
En retrospectiva, la imagen de Guaidó, el llamado constructor de puentes, junto a López, considerado una figura políticamente incendiaria, no lució bien, dijo Jesús Seguías, director de DatinCorp, una firma de análisis político de Venezuela.
“La Operación Libertad no liberó al país, solamente liberó a Leopoldo López”, dijo.
Pero también probó algo más: que el momento de promover un golpe militar ya pasó.
“El 30 de abril tiene que ser la última aventura que la oposición de permite”, dijo Seguías. “No pueden darse el lujo de cometer más errores políticos y cualquier nuevo error pudiera ser falta para todo el país”.
Chirino dijo que Venezuela todavía está tratando de procesar lo que sucedió la semana pasada, como la muerte de cuatro manifestantes a manos de las fuerzas de seguridad de Maduro después que Guaidó exhortó a que se mantuvieran las protestas callejeras.
“Los venezolanos opinan que ya han arriesgado mucho y que los resultados son los mismos”, dijo, “más jóvenes muertos y ninguna señal de los cambios que quieren”.
Ese sentido de desesperación está llevando a muchos a soñar con escenarios extremos: una intervención militar extranjera.
Según la encuesta de Meganalisis, 89 por ciento de los encuestados favorecen una intervención militar multinacional, y han abandonado la esperanza de que el cambio pueda ocurrir desde dentro. La encuesta entrevistó a 1,120 personas entre el 2 y el 4 de mayo, y tiene un margen de error de 3.2 por ciento.
Pero Washington es parcialmente responsable de esas esperanzas de ver fuerzas extranjeras cruzando la frontera. Durante meses, Trump y su personal de seguridad nacional han dicho que “todas las opciones” están sobre la mesa ante la situación en Venezuela. Más recientemente, el secretario de Estado Mike Pompeo mencionó específicamente que pudiera usarse la fuerza militar.
Pero también hay razones para dudar de las amenazas de Estados Unidos: creer que son poco más que un alarde para atemorizar a Maduro de 57 años.
Chirino piensa que una intervención militar de Estados Unidos es poco probable, pero entiende las razones por las que muchos en Venezuela piensan en eso, como la hiperinflación, que ha destruido la calidad de vida y ha convertido en un lujo cosas básicas como los alimentos y las medicinas. Mientras que una sesión de quimioterapia en una clínica privada de Caracas cuesta $600, el sueldo mínimo es el equivalente a 6 dólares mensuales, dijo.
“La realidad de la gente en Venezuela es catastrófica”, dijo Chirino. “Así que la gente se aferra a cualquier cosa, aunque sea poco probable”.
Guaidó y sus aliados han restado importancia al fracaso del 30 de abril, insistiendo en que fue un éxito moderado que probó que hay divisiones profundas en las fuerzas armadas que a final de cuentas acabarán con Maduro.
Hablando desde la residencia del embajador de España en Caracas, donde está refugiado con su familia, López dijo que el 30 de abril fue una “fisura que se convertirá en una grieta” que al final romperá el dique.
Pero esa no es necesariamente la percepción en la calle, dijo Chirino.
“Lo que sucedió la semana pasada todavía es muy confuso y los venezolanos temen más muertes, más represión, y que no se consiga nada”, dijo.
Pero si las protestas callejeras no son efectivas y una intervención militar es poco probable, ¿cuáles son las soluciones?
Algunos alegan que ha llegado el momento de que la oposición negocie con el régimen de Maduro, otra vez. Intentos de hacer exactamente eso fracasaron en 2014 y 2017, y han convertido la idea del diálogo en anatema para muchos.
Guaidó ha dicho que solamente está dispuesto a negociar con Maduro para que salga del poder y se celebren elecciones libres y justas, algo prácticamente inaceptable para un hombre que todavía ocupa el Palacio de Miraflores y ha probado que cuenta con la lealtad de buena parte de las fuerzas armadas.
Pero las negociaciones pudieran ser la única salida a la situación, dijo Geoff Ramsey, director adjunto del programa para Venezuela de Washington Office on Latin America, un grupo de estudios con sede en la capital estadounidense.
“Pienso que la oposición ya está comenzando a darse cuenta que sencillamente no tiene las herramientas que necesita para imponer su estrategia a la otra parte”, dijo, señalando que varias intentonas y levantamientos han sido frustradas por fuerzas de Maduro en años recientes.
“Para la oposición está quedando claro que no podrá pasar por alto a la contrainteligencia”, dijo. “Creo que tanto la oposición como el régimen, hasta cierto punto, se están dando cuenta que no son fuertes como pensaban”.
El Grupo Internacional de Contacto para Venezuela, respaldado por la Unión Europea, se reunirá este mares en San José, Costa Rica. El grupo ha estado presionando por una solución negociada a la crisis. A diferencia de diálogos anteriores, el GCI tiene un mandato claro: encontrar una forma de celebrar elecciones libres y justas lo antes posible.
Seguías, de DatinCorp, también cree que negociaciones —y un gobierno de transición inclusivo— son las únicas formas de solucionar las varias crisis que azotan a Venezuela: el desplome económico, la inseguridad, el colapso de los servicios públicos y el estancamiento político.
“Entonces está nuestra crisis más importante, la crisis emocional”, dijo. “Venezuela se ha convertido en un país lleno de odio y consumido por el espíritu de venganza y las agresiones violentas. Es imposible construir nada aquí en este momento”.
Pero sentarse a negociar con Maduro será difícil para Guaidó. La encuesta de Meganalisis concluyó que 88 por ciento de los encuestados rechazan un “diálogo” y solamente 9 por ciento piensa que Maduro dejará el poder “pacíficamente”.
Aunque el gobierno del presidente Trump no ha apoyado las negociaciones, algunos esperan que su postura de “todas las opciones” sobre la mesa pudiera incluir una salida negociada de Maduro.
Seguías dijo que lo que está claro es que la comunidad internacional, mediante sanciones y otras medidas, necesita mantener la presión sobre el régimen “o tendremos a Maduro para siempre”.
La estrategia de Maduro en este momento parece ser de violencia, y autocontrol a la vez. Aunque sus fuerzas han usado la fuerza mortal para reprimir las protestas, pero no ha encarcelado a Guaidó, lo que probablemente significaría más sanciones internacionales. Este fin de semana, Eduardo Piñate, ministro del Trabajo de Maduro, dijo que Guaidó no tiene un respaldo real y es un “producto del marketing político”.
“Se va a desinflar”, dijo Piñate.
Pero Maduro tampoco está muy seguro. Incapaz de controlar totalmente sus fuerzas en una burocracia enorme, el país se ha vuelto ingobernable. En ese sentido, a todos le interesa encontrar una solución, dijo Ramsey.
“Nadie quiere pelear esto hasta el final, para entonces quedare con un montón de cenizas”, dijo.